¿QUIÉN MATÓ A LA
ORCA 1904?
Autor: José Miguel
Jaque y Mariano Tacchi
Foto: Gentilez de Johnna Canto
Más de mil especies de animales marinos terminan en
alguna playa de nuestro país cada año. Pero la llegada de una gigantesca orca a
la zona de Santo Domingo es algo poco común y el misterio sólo creció cuando se
detectó que el animal estaba lleno de marcas y rasguños.
Pasadas las siete de la tarde, el lunes 10 de julio José
Luis Brito, director del Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio,
recibió un llamado desde la subcomisaría de Santo Domingo, en la Quinta Región.
“Una mujer detectó un animal en la playa. No sabemos si está vivo o muerto”, le
dijo un carabinero y agregó: “Al parecer es una orca”.
Brito dudó de que se tratara de uno de esos animales
marinos equivocadamente conocidos como “ballenas asesinas” cuando en realidad
pertenecen a la familia de los delfines. El último varamiento de un ejemplar de
esta especie, que se distingue por su gran tamaño y porque es blanca con negro,
en la zona había ocurrido hacía 30 años en Isla Negra. Pensó que seguramente se
trataba de un delfín austral, que tiene el mismo patrón de colores. “La gente
suele confundir especies porque, en general, es bastante inculta respecto a la
vida silvestre”, explica.
Pero a las cinco de la mañana del miércoles su celular
volvió a sonar. “Hay un cetáceo grande en la playa… parece una orca”, le dijo
emocionado un pescador deportivo al que conoce hace tiempo. “Su aleta se mueve…
¡puede estar viva!”, insistió, aunque después determinaron que había sido
efecto del oleaje. “Mándame fotos enseguida”, le dijo Brito. Al recibirlas, el
director del museo también se emocionó: efectivamente, una orca había varado en
la playa sur de Santo Domingo, cerca de la Reserva Nacional de El Yali.
CSI SANTO DOMINGO
Se trataba de un macho adulto-joven de casi ocho metros y
cerca de tres toneladas perteneciente a la especie Orcinus Orca, la cual tiene
mala fama sobre todo debido a la película Orca, la ballena asesina de 1977.
“Pero ni es ballena ni es asesina”, recalca Brito.
En efecto, este cetáceo es un depredador de los océanos
porque por su tamaño, habilidad y fuerza tiene pocos competidores en el resto
del mundo animal, lo que lo sitúa en la cima de la cadena alimenticia, pero
pese a que desde la Antigüedad se le considera un animal feroz y peligroso, se
han registrado muy pocos ataques contra humanos en la historia por parte de
individuos de esta especie en libertad. Sí ha ocurrido que algunos ejemplares
en cautiverio han atacado a personas, pero tal como plantea el conocido
documental Blackfish que muestra el caso de Tilikum, uno de estos animales que
se vio involucrado en la muerte de tres personas en las últimas dos décadas,
esto responde fundamentalmente al estrés al que se ven expuestos estos animales
que suelen andar en grupos familiares, forman estructuras sociales complejas y
utilizan un método de comunicación muy desarrollado, al ser separados de sus
pares y encerrados en lugares pequeños.
Para confirmar si el animal que se encontraba en Santo
Domingo era efectivamente una orca, personal del Museo de San Antonio, del
Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) y una patrulla de la
Armada se reunieron en la playa. “Fue impactante ver un animal de esas
dimensiones en la playa”, dice Felipe Cancino, cabo 1° de la Armada que
realizaba labores de patrullaje y resguardó el sitio del suceso ante la
posibilidad de que los curiosos entorpecieran las labores de los
peritos.“Cuando llegamos ya había mal olor”, recuerda Pablo Saravia, quien
operó la retroexcavadora municipal que movió al cetáceo. Pese a que el animal
llevaba al menos seis días muerto, se pudo extraer muestras de sus órganos para
analizarlos y aunque los resultados de los análisis histopatológicos -estudios
de los tejidos orgánicos para determinar enfermedades- estarán en dos o tres
meses, en apariencia física parecía un animal sano.
Jhoann Canto, curador del área de vertebrados del Museo
Nacional de Historia Natural (MNHN), llegó al lugar a coordinar el proceso.
Midió y fotografió a la orca, revisó su cuerpo, sus oídos y globos oculares y
las aletas en busca de mordidas de tiburones u otras especies. No encontró
señales de que se hubiese enredado en mallas de pescadores, ni marcas de
anzuelo en su boca, ni de arpón, ni de disparos.
Foto Gentileza Municipalidad de Santo Domingo
MARCAS EN LA PIEL
Si no fueron las mallas, ni un arpón, ni una mordida,
quedaba por aclarar por qué un ejemplar que se veía joven y sano terminó varado
y muerto en la playa chilena de Santo Domingo. Pero al mirar con detención,
Canto se dio cuenta de que el animal estaba lleno de marcas. “Es como si le
hubieran pasado un rallador”, pensó. “Nunca había visto algo así en orcas”,
agrega.
Hoy explica que los cetáceos se hacen lesiones para
establecer jerarquías: te muerdo porque mando yo y a partir de eso levanta su
hipótesis sobre lo ocurrido: que lo más probable es que este cetáceo haya sido
agresivo con una hembra y con sus crías para convertirse en el nuevo macho
dominante del grupo, tal como hacen otras especies como los gorilas o los
leones. Si este ejemplar intentó tomar control del grupo y no le funcionó,
sugiere Canto, fue atacado por los otros miembros del grupo. “Si aparece un
macho agresivo que ataca a las crías, el resto del grupo protege a la hembra y
a las crías, entonces pudo haber sido expulsado del grupo. Y a este animal le
dieron duro. Muy duro”.
Miguel Iñíguez, presidente de Fundación Cethus en
Argentina, que realiza trabajos de investigación y conservación de cetáceos,
explica que los grupos familiares de orcas están liderados por una hembra
adulta, es decir, es una sociedad matriarcal. Cada integrante tiene un rol y de
acuerdo al investigador, los machos pueden alejarse por tiempos prolongados
para, entre otras cosas, reproducirse con hembras de otros grupos.
En este caso concreto, al investigador le llama la
atención la gran cantidad de marcas de dientes. “No he visto esto antes”,
explica Iñíguez y agrega: “Coincido con Jhoann que corresponden a otros
ejemplares y pueden ser de individuos de su mismo grupo, ya sea para asistirlo
si tenía alguna dificultad, o de otro grupo por disputas por zonas de cacería o
por no ser aceptados por el grupo”, dice, aunque recalca que sólo son
hipótesis.
En busca de más respuestas, las fotografías de la orca
fueron analizadas por John K. Ford, profesor en el departamento de Zoología e
Instituto de los Océanos y Peces de la Universidad British Columbia, en Canadá.
Ford confirma que las heridas parecen haber sido hechas por los dientes de sus
pares. “Vemos estas marcas frecuentemente en orcas, pero generalmente no con
tanta intensidad en tantas partes del cuerpo, esto es muy inusual”, coincide
con sus colegas.
A diferencia de ellos, él no cree que hayan sido parte de
un ataque porque en ese caso las heridas serían mucho más profundas. “No hay
forma de saber las circunstancias de la interacción social que gatilló esta
conducta. Es poco probable que la orca haya sido exiliada de su grupo, pues
esta especie suele tener vínculos sociales muy fuertes y se mantienen por la
mayor parte de su vida, incluso durante toda la vida, con el grupo en el cual
nacen”.
Un posible escenario, aventura entonces Ford, es que el
animal estuviera moribundo o enfermo y que las marcas sean el resultado del
intento de otros dentro de su clan de ayudarlo y sostenerlo en la superficie
para que pudiese respirar.
SÓLO UN NÚMERO
“No acostumbramos a ponerles nombre”, explica Jhoann
Canto, “pero este es el código de consulta”, dice extendiendo un papel con el
número 1904, que es lo más parecido que tiene la orca a un nombre.
En Chile, los cetáceos -vivos o muertos- son considerados
por ley como patrimonio natural y el organismo autorizado para disponer de
ellos es el Museo Nacional de Historia Natural, mientras que la administración
de estos recae en la Subsecretaría de Pesca y el ente fiscalizador es
Sernapesca.
Sin embargo, como la orca varó en Santo Domingo, José
Luis Brito realizó gestiones para que se quedara en el museo del puerto. En un
principio, asegura, le dijeron que sí, pero en la playa se enteró de que
finalmente los restos de la ballena terminarán en la capital, tal como lo
indica la ley. “Uno hace la pega en terreno, el registro y otros se llevan el
premio”, pensó Brito, enrabiado y luego agrega: “La orca varó acá y tenemos un
museo, lo lógico era que se quedara. Tanto que hablamos de descentralizar… “.
La ley de Monumentos Nacionales es la que faculta
directamente al MNHN a tratar con dicho patrimonio y decidir si se mantendrá en
depósito en la colección del museo, pasará a ser parte de exhibición o será
prestado a otros museos regionales. Claudio Gómez, director del MNHN, dice que
dado que la institución no cuenta con un ejemplar de orca, en este caso se
pretende mantenerla para trabajo científico y consulta para investigadores. Así
la orca 1904 quedará en custodia y terminará como un ejemplar más de la
biblioteca del museo.
Pero falta para que eso ocurra. Tras tomar las muestras,
el equipo movió el cuerpo que pesa entre seis y siete toneladas con una
retroexcavadora y enterró a 1904 a dos metros de profundidad en la misma zona
en que la encontraron y georreferenció el punto. “En abril o mayo del 2018, con
el GPS en mano, vamos a desenterrar su esqueleto para trasladarlo al museo”,
explica Canto.
Foto Gentileza José Luis Brito
LOS VARAMIENTOS
El encallamiento de cetáceos y otros mamíferos acuáticos
en la arena de la playa o en la orilla del mar es un fenómeno común. Puede que
un individuo sea viejo, esté enfermo o herido y no tenga fuerzas y sea
arrastrado a la costa. O también puede que un animal se confunda por el cambio
de condiciones ambientales o la intervención humana.
Según datos de Sernapesca, en los últimos siete años, en
las costas del país han varado 4.521 animales marinos: 491 son ballenas y
cachalotes; 329 cetáceos; 1.710 lobos marinos y 1690 pingüinos, entre otras
especies. Lo llamativo es que el número se quintuplicó entre 2009 y el año
pasado. En Sernapesca explican que detrás de este aumento hay factores como el
cambio climático, los efectos del fenómeno del Niño de los últimos años -que
conllevan una disminución de alimento para estas especies-, la intervención de
hábitats costeros, la contaminación, la pesca incidental. Pero también agregan
que hoy la población reporta más este tipo de incidentes.
Fuente: La Tercera
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