viernes, 27 de agosto de 2010

VIAJES DE SUFRIMIENTOS

VACAS PERDIDAS EN EL DESIERTO
mmorales 5 Agosto 2010 16:49

El trato, la conciencia y la preocupación por los animales en nuestro país han cambiado de forma favorable en el último tiempo. Precisamente, las nuevas generaciones son las que han puesto no solo una nueva mirada, sino también acciones para evitar el sufrimiento animal.

Desgraciadamente, tales cambios no han tenido un paralelismo con la ley. La legislación en Chile no pasa de definir como “falta” a las acciones que infringen sufrimiento a los animales. Los circos, tal vez por su condición mediática, son los que más han acusado el impacto de esta nueva cultura de la defensa animal. Sin embargo, existen innumerables acciones, muchas de carácter cotidiano que forman parte de la larga lista de acciones sufrientes que afectan a los “hermanos menores” como los llamaba el gran Francisco de Asís.

Muchas de estas formas de sufrimiento animal, dados los evidentes intereses comerciales y porque no decirlo, de las propias contradicciones humanas, ”pasan piola”, es decir, no se denuncian, porque obviamente nos beneficiamos nosotros los humanos. Se debe partir de la base, para ser justos, de que los seres humanos necesitamos proteína animal y vegetal para nuestra alimentación. Bueno, para ello debemos sacrificar especies de abasto. Lo ético sería propiciar que tales sacrificios fueran lo menos sufriente posible.

Sabía usted que muchos animales de abasto, especialmente vacunos, pueden viajar hacinados desde Osorno, Temuco u otros lugares del sur hasta la Región de Tarapacá y otras zonas del norte de Chile, es decir, mucho más de mil kilómetros, con espacios reducidos, cada cierta distancia picaneados por el conductor del camión para que no se aplasten entre ellos. En fin, no se trata precisamente de un viaje de placer.

Hace unos días atrás observábamos un reporte de prensa en un canal nacional en que un camión colmado de vacunos por imprudencia del chofer volcó en la pampa. Varios animales murieron con el impacto y otros agonizaban. Nadie podía hacer nada por ellos, a pesar del evidente sufrimiento. Los que resultaron con heridas más leves se dedicaron a deambular por el desierto absolutamente perdidos y desorientados. En muchos países, en especial en Europa, tales viajes sólo se permiten si las condiciones de transporte son adecuadas para el animal, permitiendo mitigar sobretodo el estrés y el suplicio del ganado.

Recuerdo en una ocasión que un conductor de camión de transporte ganadero me llamó una noche para que asistiera un novillo que había sido aplastado por otros al interior del vehículo. El hombre viajaba en solitario a la ciudad de Antofagasta con esa pesada carga biológica. Me señaló que para él era inaguantable ver al animal en esa condición, sobre todo si aún restaban más de 900 km. para llegar a destino. Gracias a la ayuda de varios alumnos voluntariosos pudimos descargar el animal y tratarlo, obviamente dejándolo en la ciudad para que en un viaje posterior fuese trasladado nuevamente.

Esta es sólo una de las tantas realidades del sufrimiento animal en nuestro país y el mundo. La salvedad es que esta acción es parte de la alimentación del hombre y es casi una acción obligada. Sin embargo, se debe desarrollar tanto una cultura como una legislación acorde con los nuevos tiempos, para que asumamos que tales animales son fundamentales para la alimentación humana y su sacrificio tenga mucho más dignidad que la que se exhibe en la actualidad.

Autor: Manuel Paéz Henríquez
Médico Veterinario
"El Día" de La Serena





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